"Ser creativos quiere decir no ser prisioneros del tiempo de otros. No tener ni límites ni confines, hasta dar con la idea perfecta que te recompensa por todo ese tiempo que ya no está... Pero en realidad sigue existiendo todavía, solo que bajo otras formas."


"La creación nace de un rayo, de un error respecto al curso habitual de las cosas. No hacemos nada bien hasta que dejamos de pensar en el modo de hacerlo"



viernes, 30 de septiembre de 2011

Puñalada del destino


Nace el sol por el horizonte… Un dato estúpido puesto que es una obviedad. Sin embargo, es importante para nuestra historia…


Nacía el sol por el horizonte y desde la ventana de su habitación una joven espera con anhelo que el nuevo día se vaya con su vida… Porque los recuerdos la sobrepasan; el dolor, la angustia, el rencor por haber sido traicionada… Sentimientos que se funden en la noche con cada lágrima derramada, la esencia que forma una nueva estrella con su particular brillo iluminando  un cielo nocturno que le da la felicidad que los cálidos rayos de sol no le aportan…


¿Calor? Ya no queda nada de eso en un interior. El frío de un puñal clavado en su espalda la ha paralizado para siempre, ha borrado  la alegría, la sonrisa que siempre se dibujaba en sus labios… Pero todo eso se fue con él…


Regresa a su mente la luz cegadora, la música inundándolo todo sin ser escuchada… Sus voces a punto de llegar a los gritos, discutiendo por una tontería… El impacto arrollador que acabó con la vida del ser amado… La puñalada del destino al dejarla a ella con vida… Una vida sin sentido…


Y así transcurren sus días. Esperando con ansías la oscuridad y soledad que trae consigo Faetón al cruzar el manto del sol, sentada en esa silla de ruedas que la priva de todas esas cosas que ve hacer a los jóvenes de su edad por al calle y que ella nunca podrá volver a hacer… Observa desde la ventana el movimiento del mundo, de los transeúntes que van y vienen…


Sus plegarías no reciben respuesta… Una única pregunta martillea su mente… ¿Por qué no ella?


martes, 20 de septiembre de 2011

Let the music play...

Escrito el 20 de Septiembre del 2011. 1:15 de la mañana.


Hay muchos momentos en la vida de una persona y todo depende del modo en el cual los afrontemos para marcar la diferencia entre continuar hacia delante o perderse en el dolor que nos hace estancarnos en un tiempo.
Esta noche, soy yo al que tiene uno de sos malos momentos en los que todos los recuerdos del pasado qeu corrompen mi pequeño corazón, se abalanzan y me ahogan en un pozo sin fondo, cuan pez fuera del agua sin poder respirar... Eso soy yo, un pez fuera del agua que no encuentra su lugar, que poco a poco se consume dentro de si mismo... Tan solo un pez en la soledad de un pozo sin agua...

Y en esos dolorosos instantes es cuando acuden a mí todas esas canciones que alguna vez he cantado, he bailado, que he tocado, con las que he llorado y reído... Pero solo una resuena en mi mente, persistente y constante:



Porque en mi vida, la música funciona como esa pequeña dosis de agua que le da al pez el oxigeno suficiente para vivir un poco más, para luchar y continuar su camino de nuevo, perdido en si mismo... Porque hay una canción para cada momento esperando ser encontrada...

Yo, hoy, he encontrado la mía... ¿Lo has hecho tú?






viernes, 16 de septiembre de 2011

El tacto de las nubes...

Érase una vez una pequeña niña que soñaba con tocar las nubes. Cada amanecer, la niña se levantaba con el claro propósito de acercarse a la ventana para observar el cielo en busca de sus amadas nubes. Sin embargo, todas y cada una de las mañanas sus deseos se rompían en mil pedazos. Los días en los que el cielo estaba despejado, alzándose azul de manera imponente como el océano, la pequeña ni siquiera se esforzaba ya, pero en cambio, cuando ese claro de mar se veía turbado por la presencia de sus blancos o grises sueños, la niña alzaba la mano con la esperanza de poder tocar las nubes con sus frágiles dedos.
Todas las noches, apoyada contra la almohada, se dormía mientras contemplaba con atención las estrellas de la oscuridad, imaginándose como de suaves serían esas nubes que su sabia abuela calificaba de algodón, y que cada día que aparecían tenían diferentes formas e imagines… Y en sus sueños, se veía caminando por aquellas blancas y suaves nubes con sus ricitos dorados mecidos por el viento, y cuando ya el cansancio empezaba a hacer mella en ella, se tumbaba sobre aquella mullida cama improvisada que la envolvían en un halo de luz y calor… Pero entonces el sol se filtra por la ventana despertándola de su hermoso sueño, devolviéndola a la dura realidad de su vida, de su enfermedad…
Los días pasan, el verano se va, llega el invierno… Las estaciones cambian y con ellas avanzan los años y nuestra pequeña niña continúa día tras día asomándose a la ventana tratando de alcanzar con su mano las nubes, atrapar un pedacito de esos grandes algodones y guardarlo en una cajita. No le importa lo que haya en el exterior, ella solo quiere vivir dentro de su habitación, respirando con dificultades a cada día que pasa, observando una ventana que solo apunta al cielo mientras todo cambia a su alrededor…
Una noche la pequeña se duerme, como siempre soñando con sus nubes. Pero esa vez hay algo distinto, pues tras su pequeño paseo, llega el descanso; al contrario que el resto de las veces, el sueño que acude a su encuentro no es desvelado por el calor del sol. Cuando despierta, la pequeña sigue tumbada sobre sus nubes y piensa por primera vez que al fin sus sueños se han hecho realidad.
Lo que nuestra pequeña desconoce es que su noche se volverá eterna, que los vientos del tiempo no pasaran más por ella y que no volverá a despertarse entre las sábanas de su cama, que la muerte se ha llevado su último aliento… Que el mundo no brinda segundas oportunidades… Todo lo que pudo haber vivido se ha perdido fuera de las cuatro paredes de su habitación mientras crecía envuelta en su sueño de rozar el tacto de las nubes…

jueves, 15 de septiembre de 2011

La última noche


   Era una sala inmensa iluminada por la deslumbrante luz que irradiaba de la lámpara gigante con forma de telaraña que colgaba del techo. Las paredes eran de colores dorados y amarillos, donde a lo largo de toda la estancia había grandes ventanales.
   El salón de baile estaba a rebosar de gente toda vestida con sus mejores galas. Mujeres vestidas con elegantes vestidos de diversos colores, con cientos de adornos... Podía verse desde lo más simple hasta lo más ostentoso. Los hombres vestidos con sus trajes más elegantes. Los niños correteaban entre la gente, mientras que los más ancianos conversaban con todo aquel dispuesto a escucharles.
    Ella estaba al final de la sala, cerca de la puerta de cristal que conducía a la terraza. Hablaba alegremente con las damas de su alrededor y le dedicaba una sonrisa, algo tímida, a todo el mundo. Era, en comparación con todas las mujeres de la sala, la más hermosa. Su vestido de un verde claro y suave, palabra de honor, largo, hasta el suelo, realzaba su figura; sus cabellos negros caían en grandes tirabuzones por su espalda, lo llevaba suelto a excepción de dos pequeños mechones colocados intencionadamente hacia atrás para impedir que el pelo le molestase en la cara.
    Él, vestido con un traje negro que resaltaba su esbelta figura y le confería un porte elegante, le lanzaba pequeñas miradas furtivas mientras que entablaba conversación con sus contemporáneos al tiempo que intentaba acercarse a ella con sigilo. En un momento dado sus ojos se encontraron. Ambos sonrieron disimuladamente, acto seguido, ella desvió la mirada hacia el suelo, procurando no sonrojarse. A partir de ese instante él no aparto la vista de ella ni un solo segundo más de lo necesario.
    Cuando llegó la hora del baile todos los caballeros de la sala eligieron a una dama y la condujeron a la pista. Él se acercó a ella, como muchos otros momentos antes que fueron rechazados con la mayor amabilidad. Sin embargo el joven sabía que no aquella dama tan hermosa no osaría rechazarle.
    Así fue. Se acercó a ella no hizo falta palabra alguna para que ella comprendiera lo que se proponía. Todos observaban recelosos a la pareja bailar con la mayor soltura y compenetración.
   Terminada la canción, él la condujo hacia la terraza, para así poder disfrutar de unos momentos a solas con ella que dentro del enorme salón le estaban vedados. Contemplo su rostro a la luz de las estrellas, su rostro denotaba las facciones de un ángel tan bello como los retratados en los cuadros de Miguel Ángel. Cuando ella se giró para verle, comprendió que sería la última velada que pasaría a su lado. A sus ojos asomaba la tristeza  y el adiós de la partida, las lágrimas resbalaron a lo largo de sus mejillas, cuan diamantes cristalinos brillando en la oscuridad de la noche, él se apresuro a limpiarlas.
   La abrazo con fuerza y así se quedaron hasta que se dieron cuenta de que la música no sonaba ya y la gente comenzaba a retirarse.
    
Esa fue la última noche que se vieron…

  

lunes, 12 de septiembre de 2011

Si te vas, que me quede tu recuerdo...

Cuando basta una caricia para hacer que las agujas del reloj se detengan entonces es verdaderamente el momento en el que el amor ha llamado a nuestra puesta... ¿o no?
Muchos hablan así. Todos definen el amor como esa sensación que nos hace olvidarnos de todo y solo tienes espacio en tu mente para esa persona que hace que el tiempo se pare... Pero no siempre ocurre eso, ¿verdad?
¿Es posible que el amor se manifieste de la misma manera que el odio? ¿Qué después de cada caricia e incluso antes, haya enfados, engaños y demás? ¿es posible acaso, que el amor no sea más que un seguro en esta vida, que solo estemos con una persona por miedo a quedarnos solos?
En muchas relaciones pasa que el amor se vuelve una costumbre, que levantarse cada mañana y ver a la misma persona es lo más normal, pero en esa normalidad ya no hay la ilusión del pasado, de los primeros días cuando el corazón latía desbocado al encontrar la mirada del otro... Lo peor de todo ello sin embargo, es no darse cuenta de que en todos esos gestos ya no hay amor, que el amor ha desaparecido dejando paso a la costumbre y que una caricia ni siquiera reconforta... Una caricia se convierte en un simple gesto sin valor alguno.
En estos precisos instantes, solo tú pasas por mi mente y el deseo pleno de que el amor no se vaya, de que se quede aquí conmigo incluso cuando te hayas ido, si es que te vas, porque solo quiero que tu recuerdo no se vaya contigo y que tus besos se queden conmigo... Que tu sonrisa y el brillo de tus ojos permanezcan intactos en mi mente...

lunes, 5 de septiembre de 2011

Mágico despertar

La música inunda la habitación, formando ruidos sórdidos por encima de las voces de los demás, todo ello se funde en su cabeza mientras atraviesa la multitud de  gente que llena el local, sin saber con exactitud hacia donde ir. Las copas pasean por la barra en busca de su dueño…
En la esquina más alejada del local, espera ansiosa ver aparecer aquel rostro tan conocido, su pelo cayendo con rebeldía por su frente, tratando de ocultar aquellos ojos color miel en los cuales su mirada se perdía continuamente, su caminar lento y seguro abriéndose paso entre la muchedumbre…
Camina con lentitud acercándose cada vez más a aquella mesa en la que ella le espera sentada. Una imagen se dibuja en su mente: sus ondas negras cayéndole por su espalda, sus dedos moviendo con impaciencia la copa que tiene entre sus manos… Y de pronto esa imagen se torna real…
Siente una mano en su espalda, al volverse contempla la miel de sus ojos brillar intensamente. Él se sienta enfrente sin articular ni una sola palabra. Ella tímidamente oculta la mirada en el vaso vacío, sus dedos jugueteando con su pelo… El nerviosismo bañando cada uno de sus gestos. Ella alza la mirada buscando el valor para hacer frente a la intensidad de esa sonrisa que la deslumbra…
Él encuentra su mirada, trata de apartar las dudas que hay en su interior. Un impulso le lleva a cogerla de la mano y llevársela lejos de allí, a un lugar donde no existan las miradas furtivas de los demás, donde las caricias no estén prohibidas, donde un beso sea más que un beso… Donde el tiempo las manecillas del reloj se paren tan solo un instante…



Los rayos de sol se filtran a través de la persiana. Ella busca a tientas entre las sábanas blancas, revueltas… Se levanta perezosamente, todavía con el recuerdo de aquellos momentos vividos horas antes. Camina descalza por la habitación, su mano se adueña de la primera prenda de ropa que encuentra sin ni siquiera molestarse en saber a quién pertenece. Cruza el pasillo mientras se pone la camisa, su perfume a mar confunde sus sentidos…
Él levanta los ojos de la encimera, clava la vista en las olas que acarician la arena, el rumor de la marea hace que rememore las vivencias de una noche mágica… Ella con sus ondas negras cayendo por su espalda, su piel desnuda iluminada por la luz de la luna delante de la ventana de la habitación… Un leve movimiento del aire le hace mirar por encima de su hombro devolviéndole a la realidad, y allí está ella… Ella apoyada sobre la barra americana con gesto desenfadado, su melena rebelde, su rostro iluminado por las primeras luces del alba, una sonrisa en sus labios…
- Tengo ganas de empezar el desayuno contigo. – Le murmura dulcemente por encima del rumor de las olas. 

sábado, 3 de septiembre de 2011

No poder ser libre


- Me despierto cada mañana, esforzándome por fingir que todo está bien, cuando en realidad el mundo se desmorona a mí alrededor. No hago más que viajar a la deriva por un mar en calma, demasiado en calma, que presagia la tormenta que se avecina. 
Lo que más ansío es poder escapar de este mundo que me acorrala y me impide salir, librarme de estas cadenas que me mantienen aquí, presa... Que me impiden abrir las alas para echar a volar. Pero por más que lo intento no encuentro una salida.
¿Qué hacer cuando parece que no hay nada que pueda ir mejor, cuando la realidad se torna oscura?
La verdad es que pensamos que fingiendo conseguiremos ser mejores, hacer que todo vaya bien, a pesar de que sabemos que estamos engañando al mundo… Lo más importante es que nos engañamos a nosotros mismos.
Venimos al mundo de una manera extraña y difícil. Comenzamos siendo tan pequeños, tan vulnerables, tan frágiles, tan… Un soplo de aire sería más que suficiente para herirnos, para hacernos enfermar. Una vida finita, con el único resultado de… ¿De qué? De nada, de una muerte segura, tal vez dolorosa… Tal vez indolora. No hay recompensa al final del camino. Se trata de una lucha constante, llena de fracasos y malos momentos…
Me gustaría cambiar todo eso. Cambiar mi vida, hacerla mejor. Hacer que haya menos sufrimiento… Pero no puedo. ¿Cómo voy a cambiar algo que no está en mis manos?
Me preguntaste si creía en Dios y no, no creo. Pero en esos momentos de verdadera oscuridad, simplemente tengo la esperanza de que  Él me escucha, de que se apiada de mí y trata de hacerme ver que la vida es  mucho más que una lucha constante llena de sufrimiento, que  hay algo por lo que vale realmente la pena luchar. Solo entonces es cuando realmente creo que Él está ahí.



La tristeza que invadía sus palabras lo descolocaron completamente. Jamás había conocido a nadie con una visión de la vida tan pesimista. Sin embargo, algún resorte en el interior de su cerebro comprendió, por primera vez, como era realmente la vida.
Sintió ganas de abrazarla y reconfortarla, poder replicarle algo, cualquier cosa, como siempre solía hacer pero no podía. Él sabía que en el fondo ella tenía razón, que la vida era injusta, y no había forma  de cambiarla. 
La conocía desde hacía mucho, su amistad había sido una amistad en buena medida basada en engaños. Nunca antes habían tenido una conversación como aquella, nunca habían reflexionado sobre lo que pasaba en sus vidas de esa manera
 Hasta entonces, todo se había basado en engañarse mutuamente. Porque lo que realmente sentían el uno por el otro era lago prohibido. Para el mundo aquello nunca estaría bien, por eso se todo se basaba en pequeñas mentiras. Cruzarse por el vecindario cada uno andando por aceras diferentes con personas diferentes que nunca les comprenderían realmente.
¿Cómo iban a estar juntos un musulmán y una cristiana? Eso estaba mal. Era vivir en pecado, acabar consumiéndose durante la eternidad en el fuego del Infierno.
Por eso mentían, fingían que no se conocían que no había nada entre ellos. Pero él sabía que no había ni una sola persona le entendía en ese mundo en el que vivía, rodeado por  una madre y hermanas esclavizadas bajo el poder de los hombres de la familia, donde él tenía un futuro determinado desde el momento en que llegó al mundo en un papel firmado por el puño y letra de su padre. Y sabía también que a ella tampoco la entendían.
Ella que vivía en un mundo rodeado  por personas que creían en un Dios que para ellos era bueno, mientras que ella solo veía maldad en una tierra que había sido olvidada por aquel ser divino en el que todos creían. Ella que al igual que él vivía en un mundo donde no podía alzar la voz para ser escuchado, porque por mucho que gritase su voz era apagada por las demás voces.
Los distanciaban barreras infranqueables y los unía el deseo insaciable de huir de aquellas gentes que no los comprendían. Ya habían tomado una decisión, no importaría lo que el resto pensasen, ni el castigo que podrían recibir porque ellos iban a estar juntos costase lo que costase.