"Ser creativos quiere decir no ser prisioneros del tiempo de otros. No tener ni límites ni confines, hasta dar con la idea perfecta que te recompensa por todo ese tiempo que ya no está... Pero en realidad sigue existiendo todavía, solo que bajo otras formas."


"La creación nace de un rayo, de un error respecto al curso habitual de las cosas. No hacemos nada bien hasta que dejamos de pensar en el modo de hacerlo"



jueves, 6 de junio de 2013

Octubre del 56


Me gusta cerrar los ojos e imaginarme cómo fue aquel día. Entonces, trato de pensar cómo sería la Venezuela de aquellos años; supongo que no muy diferente a la de ahora con dos bandos: el de la más absoluta míseria y el de la más ostentosa riqueza. 

En mi cabeza, aparece el pasillo estrecho de una iglesia pequeña. Ella acabando de salir del coche y dispuesta a llegar al altar. Ella con un vestido blanco, muy sencillo, hecho por completo de encaje, manga larga, falda hasta los tobillos; sin olvidar claro está, ese pequeño tocado, ese recogido bajo tan de los años 50's que parece que vuelve a estar de moda. Pero no destaca por el vestido, ni por el tocado. Destaca sencillamente por su sonrisa, por el brillo de felicidad que hay en sus ojos al saber que se casará con el hombre de su vida, como de hecho sucedió. 

También, lo perfilo a él en el altar esperando. Un traje que parece una talla más grande de lo necesario, quizás negro, quizás marrón, la falta de color de las fotos antiguas me impide conocer ese detalle; al igual que la corbata a rallas, cuyas tonalidades desconozco. Sé que él también está feliz, nervioso probablemente, al igual que ella. Sin embargo, tengo el convencimiento de que era el hombre más feliz del mundo.

Sospecho que la ceremonia de aquel día sería muy humilde, con apenas una veintena de invitados, inevitablemente ajenos a la familia; una familia que esperaba al otro lado del atlántico, que sufría las miserias de una dictadura. Sé que aquello no importaba. No necesito escucharlo para saberlo, porque en aquel momento, ellos habían confinado su amor en torno a unos votos matrimoniales nunca rotos, habían declarado su amor ante el Dios en el que creían.

De todo esto han pasado ya más de cincuenta años. Ninguno de los dos continúa en vida para corroborar nada. Así pues, disfruto un día más perfilando aquel olvidado día de octubre del 56, devolviendo a mis abuelos a la vida, aunque solo sea para mi deleite personal en la soledad de mi habitación, rezando para que algún día yo viva lo que ellos vivieron.