"Ser creativos quiere decir no ser prisioneros del tiempo de otros. No tener ni límites ni confines, hasta dar con la idea perfecta que te recompensa por todo ese tiempo que ya no está... Pero en realidad sigue existiendo todavía, solo que bajo otras formas."


"La creación nace de un rayo, de un error respecto al curso habitual de las cosas. No hacemos nada bien hasta que dejamos de pensar en el modo de hacerlo"



viernes, 16 de septiembre de 2011

El tacto de las nubes...

Érase una vez una pequeña niña que soñaba con tocar las nubes. Cada amanecer, la niña se levantaba con el claro propósito de acercarse a la ventana para observar el cielo en busca de sus amadas nubes. Sin embargo, todas y cada una de las mañanas sus deseos se rompían en mil pedazos. Los días en los que el cielo estaba despejado, alzándose azul de manera imponente como el océano, la pequeña ni siquiera se esforzaba ya, pero en cambio, cuando ese claro de mar se veía turbado por la presencia de sus blancos o grises sueños, la niña alzaba la mano con la esperanza de poder tocar las nubes con sus frágiles dedos.
Todas las noches, apoyada contra la almohada, se dormía mientras contemplaba con atención las estrellas de la oscuridad, imaginándose como de suaves serían esas nubes que su sabia abuela calificaba de algodón, y que cada día que aparecían tenían diferentes formas e imagines… Y en sus sueños, se veía caminando por aquellas blancas y suaves nubes con sus ricitos dorados mecidos por el viento, y cuando ya el cansancio empezaba a hacer mella en ella, se tumbaba sobre aquella mullida cama improvisada que la envolvían en un halo de luz y calor… Pero entonces el sol se filtra por la ventana despertándola de su hermoso sueño, devolviéndola a la dura realidad de su vida, de su enfermedad…
Los días pasan, el verano se va, llega el invierno… Las estaciones cambian y con ellas avanzan los años y nuestra pequeña niña continúa día tras día asomándose a la ventana tratando de alcanzar con su mano las nubes, atrapar un pedacito de esos grandes algodones y guardarlo en una cajita. No le importa lo que haya en el exterior, ella solo quiere vivir dentro de su habitación, respirando con dificultades a cada día que pasa, observando una ventana que solo apunta al cielo mientras todo cambia a su alrededor…
Una noche la pequeña se duerme, como siempre soñando con sus nubes. Pero esa vez hay algo distinto, pues tras su pequeño paseo, llega el descanso; al contrario que el resto de las veces, el sueño que acude a su encuentro no es desvelado por el calor del sol. Cuando despierta, la pequeña sigue tumbada sobre sus nubes y piensa por primera vez que al fin sus sueños se han hecho realidad.
Lo que nuestra pequeña desconoce es que su noche se volverá eterna, que los vientos del tiempo no pasaran más por ella y que no volverá a despertarse entre las sábanas de su cama, que la muerte se ha llevado su último aliento… Que el mundo no brinda segundas oportunidades… Todo lo que pudo haber vivido se ha perdido fuera de las cuatro paredes de su habitación mientras crecía envuelta en su sueño de rozar el tacto de las nubes…

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