"Ser creativos quiere decir no ser prisioneros del tiempo de otros. No tener ni límites ni confines, hasta dar con la idea perfecta que te recompensa por todo ese tiempo que ya no está... Pero en realidad sigue existiendo todavía, solo que bajo otras formas."


"La creación nace de un rayo, de un error respecto al curso habitual de las cosas. No hacemos nada bien hasta que dejamos de pensar en el modo de hacerlo"



viernes, 4 de enero de 2013

Hazlo



La habitación era un caos, un desorden hundido en la más profunda oscuridad rota por la escasa luz que provenía del pasillo y que se colaba a través de la rendija de la puerta mal cerrada. Esa tenue luz que le hería los ojos, bastó para despertarla aquella mañana de finales de enero. Se giró en la cama en un intento vano por volver a sumergirse de nuevo en aquel placentero sueño del que había salido. Sintió el tacto frío de las sábanas sobre su piel desnuda. Recordó con nostalgia la noche anterior, como se había quedado dormida sobre su pecho, y le sorprendió sobre manera no encontrarle a su lado en la cama.

Con sigilo se levantó, apartando la fina tela que cubría su cuerpo, dejando con ello, que el frío invernal de la mañana le agarrotase cada parte de su cuerpo. Un escalofrío la recorrió de arriba abajo. En esos instantes deseó volver a cubrirse con todas las mantas que pudiese y sumirse de nuevo en su sueño.

Caminó por la habitación a oscuras, pisando a su paso millares de prendas de ropa que la noche anterior habían ido cayendo una a una, perdiendo a su dueño, llenando el silencio del cuarto hasta entonces. Cogió una camisa que salió a su encuentro sin importarle a quién habría pertenecido, y se abrochó los botones como pudo. Después, echó la mano hacia una silla que recordaba había cerca de la puerta, un pantalón parecía estar allí esperando por elle, para poder cubrir su desnudez de alguna manera antes de salir a la incipiente luz del pasillo.

Cuando abrió la puerta la luz exterior le dañó la vista. Parpadeó unos instantes antes de salir al estrecho pasillo. Los recuerdos asaltaron su memoria. Recordó el momento en el que había cruzado la puerta de la entrada; dejado las cosas en el salón, él la había abrazado por la espalda, había comenzado a besarle en cuello, la clavícula que su camiseta dejaba al descubierto; ella se había girado con la mirada ardiente, sus labios rojos, carnosos, buscando los de él con un deseo patente en la mirada….

Llegó a la cocina. Lo encontró de espaldas. La radio puesta, aunque no se había percatado de ello antes, probablemente porque estaba sumida en los retazos de una noche inolvidable.  Le vio haciendo el café, tenía dos tazas preparadas encima de la mesa.  Ella se sentó en una silla procurando no hacer ruido, observando sus movimientos, su baile disimulado, su timidez a la hora de tartamudear todas y cada una de las melodías que iban apareciendo. Cuando se giró y la vio, se sonrojó, ella no pudo evitar sonreír. Le gustaba él, le gustaban sus ojos claros como el agua, traslucidos que sacaban a la luz siempre sus emociones.

-        - Buenos días. – Susurró él, acercándose a ella, besándole la mejilla, bajando con    lentitud hasta sus labios. - ¿Tienes hambre? – Ella no contestó, con un solo un movimiento se levantó de la silla, la apartó a un lado, se sentó encima de la mesa y le atrajo hacia sí.

Ya no había carmín en sus labios, su pelo estaba revuelto y enmarañado y no como la noche anterior. Sin embargo, el deseo había vuelto. Sintió como sus manos recorrían su espalda, levantándole esa camisa mal abotonada que ni siquiera era suya; ella no resistió la tentación de quitarle la camiseta, de acariciar y contemplar con fascinación su torso desnudo. Él deslizo la yema de sus dedos por sus muslos, por sus caderas, atrayéndola más hacia sí…

-          - ¿Qué quieres? – Preguntó él casi sin aliento. 

-          - A ti. ¿Qué quieres tú? – Preguntó ella con una pícara sonrisa dibujada en los labios.

-          - Tirarte en mi cama de nuevo y no dejar que salgas nunca de ella.

-        - Pues hazlo. 



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