Tú eres lluvia. A veces lenta, pausada, casi imperceptible. Otras, rápida, insistente, un torrente de agua que lucha por destrozar todo cuanto encuentra a su paso. Sí. Esa eres tú, lluvia. Tan insaciable y tan indomable, que perderse contigo es más fácil que encontrarse.
Y a pesar de todo, un amanecer sin ti es la muerte mas dolorosa del mundo.
Porque eres lluvia. Lluvia que da vida a la tierra, del mismo modo que el aire da vida a mis pulmones. Y a su vez, eres una tormenta huracanada que deja yerma la tierra por la que pasa, que corta mi respiración en cuestión de segundos. Llegas sin previo aviso para romper mi calma, entonces, me hundo contigo en un mar desconocido de sensaciones nunca vistas.
Y de pronto, desapareces más rápido de lo que llegaste. Y la calma vuelve, pero tú ya no estás. Descubro así, que una parte de mí se ha ido contigo, a quilómetros de distancia. Y me marchito, como las rosas en invierno.
Porque eres lluvia. Y la lluvia, en exceso, nunca es buena.