Era una sala inmensa iluminada por la deslumbrante luz que irradiaba de la lámpara gigante con forma de telaraña que colgaba del techo. Las paredes eran de colores dorados y amarillos, donde a lo largo de toda la estancia había grandes ventanales.
El salón de baile estaba a rebosar de gente toda vestida con sus mejores galas. Mujeres vestidas con elegantes vestidos de diversos colores, con cientos de adornos... Podía verse desde lo más simple hasta lo más ostentoso. Los hombres vestidos con sus trajes más elegantes. Los niños correteaban entre la gente, mientras que los más ancianos conversaban con todo aquel dispuesto a escucharles.
Ella estaba al final de la sala, cerca de la puerta de cristal que conducía a la terraza. Hablaba alegremente con las damas de su alrededor y le dedicaba una sonrisa, algo tímida, a todo el mundo. Era, en comparación con todas las mujeres de la sala, la más hermosa. Su vestido de un verde claro y suave, palabra de honor, largo, hasta el suelo, realzaba su figura; sus cabellos negros caían en grandes tirabuzones por su espalda, lo llevaba suelto a excepción de dos pequeños mechones colocados intencionadamente hacia atrás para impedir que el pelo le molestase en la cara.
Él, vestido con un traje negro que resaltaba su esbelta figura y le confería un porte elegante, le lanzaba pequeñas miradas furtivas mientras que entablaba conversación con sus contemporáneos al tiempo que intentaba acercarse a ella con sigilo. En un momento dado sus ojos se encontraron. Ambos sonrieron disimuladamente, acto seguido, ella desvió la mirada hacia el suelo, procurando no sonrojarse. A partir de ese instante él no aparto la vista de ella ni un solo segundo más de lo necesario.
Cuando llegó la hora del baile todos los caballeros de la sala eligieron a una dama y la condujeron a la pista. Él se acercó a ella, como muchos otros momentos antes que fueron rechazados con la mayor amabilidad. Sin embargo el joven sabía que no aquella dama tan hermosa no osaría rechazarle.
Así fue. Se acercó a ella no hizo falta palabra alguna para que ella comprendiera lo que se proponía. Todos observaban recelosos a la pareja bailar con la mayor soltura y compenetración.
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La abrazo con fuerza y así se quedaron hasta que se dieron cuenta de que la música no sonaba ya y la gente comenzaba a retirarse.
Esa fue la última noche que se vieron…
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