Puede parecer una tontería, pero hoy me doy cuenta de que las personas, muchas veces somos como las estaciones. Una veces, brillamos como el sol en verano, somo luz y calor. En otras ocasiones, nos marchitamos, como lo hacen las flores cuando llega el otoño. Incluso, podemos llegar a ser fríos como el invierno, lanzando al viento palabras hirientes y punzantes. Finalmente, llega un momento en el que nos recomponemos, pegamos los pedacitos de nuestro "corazón partio" y sonreímos de nuevo.
No elegimos ser una u otra estación. Sencillamente, cambiamos con el tiempo, porque nuestra vida nunca deja de girar y girar como las norias. Yo creo que me encuentro en el otoño, en esa época del año en la que, con lentitud, los árboles pierden su verdor y adquieren un tono amarillo, marrón (aunque no por ello, necesariamente, apagado). A pesar de ello, me siento feliz. Porque después de esto, vendrá el invierno y finalmente la primavera. Cuando ella llegué, volveré a brillar si cabe con más fuerza que antes.
Mientras tanto, sólo puedo esperar.